Llega la etapa Reina al Tour de Francia

Vemos al pelotón cada vez más cansado”. Lo dice Tadej Pogačar con esa convencida serenidad que le caracteriza, juvenil y lúcida, bisoña y observadora. En la tercera semana de una gran vuelta fallan las piernas, el estómago y el ánimo; sólo la inercia, la experiencia y el instinto ayudan a mantener el equilibrio a quienes participan en ella. Este Tour de Francia ha sido duro no tanto por etapas obvias como la de Grand Colombier, en la que el ritmo de Jumbo-Visma castigó al pelotón poniéndole cuatro horas de cara a la pared como si le hubiera pillado atracando el tarro de las galletas, sino por jornadas como la de Lyon o Sarran en las que, pudiendo respirar, se circuló en apnea en el fragor de guerras tangenciales a la general. Y eso, por fuerza y por falta de ella, se nota en el desarrollo de la carrera y en la imaginación de quienes cruzan los dedos para llegar a París como están.

En la etapa de este miércoles, en cambio, no habrá lugar donde esconderse. La subida al Col de la Madeleine (HC, km 107,5) minará, y también lo hará la ascensión hacia Méribel al ritmo que quieran imponer los interesados. Luego llegarán los últimos cinco kilómetros, una pista de esquí adaptada para el ‘mountain bike’ y ahora para el ciclismo de carretera en la que no hay cobijo ni cuneta, con rampas inmisericordes por encima del 20% en las que saldrán a flote las cualidades escaladoras y la capacidad de gestión de energía de los ciclistas. Con 2304 metros de altitud, el Col de la Loze (HC, Meta) es el punto más alto de este Tour de Francia. Si el Puy Mary era la etapa reina escondida, ésta es la evidente.

Fuente: Tour de Francia

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