El mal ejemplo de los "selfies" en el ciclismo

Se escucha o lee en muchas ocasiones que un futbolista ha sido un mal ejemplo para los niños por tal o cual actitud. Que se deben inculcar buenos valores y que esas estrellas mediáticas forman parte, queramos o no, nos guste o no, de ello. Les guste o no, están a diario en televisión, en Internet, todo lo que hace se examina bajo el microscopio. Eso lo ven sus fans. También los más pequeños. Cuando hacen algo negativo, en la mayoría de ocasiones acaban pidiendo perdón y dicen sentirse avergonzados por el mal ejemplo que han dado a los niños.

El ciclista, por lo general, no es tan mediático. Sólo un puñado de ellos lo son. Pero también tienen su público. Un público muy fiel pese a la, desgraciadamente, poca presencia televisiva que tiene nuestro deporte.

Sin embargo, ahí tenemos a infantiles o cadetes celebrando una victoria como Sagan. O empapelando su habitación con pósters de sus corredores favoritos. Emulándoles en la carretera, creyendo que esa arrancada en la cuesta de su calle la habría firmado el mismo Alberto Contador. O tomando una curva imaginándose tener a Nibali a su rueda sufriendo por seguirle. Es fácil imaginar eso cuando tú has sido ese niño en algún momento. Sólo cambian los protagonistas del imaginario particular.

De un tiempo a esta parte muchos profesionales parecen haber descubierto una herramienta con la que ganarse la simpatía de más gente. Los selfies y las fotos a la grupeta con la que pedalean. Pero lo llevan un poco más allá, lo llevan a su trabajo. Es decir, selfies y fotos del resto mientras ruedan con su bicicleta. En carreteras abiertas al tráfico. Con curvas, baches, gravilla... No es aún una moda en el campo aficionado. No se ven a diario ciclistas haciéndose fotos o haciéndoselas a otros estando en marcha, aunque se ven.

A un profesional se le presupone un dominio de la bicicleta que le permite este tipo de cosas. A un chaval en edad infantil o cadete, no. Pero alguien con 12, 13 o 14 años aún está en fase de empaparse de todo, de imitar a quien admira. Y admiran a los mismos que suben esas imágenes a Internet.

Por el momento es simplemente algo simpático que el ídolo de muchos sube a las redes sociales. Nada más. El día en que un chaval sufra un accidente por un despiste al estar haciéndose una foto se culpará al inconsciente adolescente. O a los móviles. O a “las modas”. Poca gente nombrará a ese ídolo que de tanto en cuando ha hecho lo mismo que ese chaval que simplemente quería colgar una foto graciosa a las redes.

Del mismo modo que escuchar música con auriculares o utilizar el teléfono móvil (habréis visto muy a menudo a gente hablando e incluso escribiendo mensajes con ellos) es peligroso cuando rodamos en bicicleta y, salvo cuatro inconscientes que “controlan”, no lo hacemos, esto de hacerse fotos debería ir grabándose en el ideario colectivo como algo que puede acarrear, como mínimo, varias abrasiones. Cuando no roturas de huesos o una estancia prolongada en el hospital de turno.

Hablamos a menudo del coche como el mayor enemigo natural de la bicicleta. ¿Qué hay del intentar hacer una foto y ver y conseguir esquivar un bache en el momento en que un coche nos está adelantando? En los diferentes medios relacionados con el ciclismo se culpará al conductor del automóvil, cuando puede que incluso habiendo respetado su metro y medio de distancia la culpa sea del ciclista.

Hoy se le ha dado mucho bombo a un vídeo en el que vemos a Alejandro Valverde en el último descenso del circuito del Mundial de Ponferrada. En el principio de este vídeo, para quien no lo haya visto, vemos al ciclista grabándose en vídeo con su teléfono móvil. Sí, es un profesional. Sí, es un circuito cerrado. Sí suponemos que la carretera está en perfectas condiciones para la práctica del deporte de los pedales. Y sí, mucha gente admira a este ciclista. Es bastante probable que más de uno se vaya a grabar en vídeo mientras circula para explicarnos el recorrido que va a realizar. Puede que haya un bache, que un coche asome el morro en un cruce, que haya una ráfaga de viento... Y sufra una caída.



No es éste el primer ciclista que hace algo similar. Tampoco será el último. Ellos pueden. Por pericia, por ser adultos y por ser los últimos responsables de sus acciones. Esas mismas acciones, como aparecer siempre con casco (lo que hizo que los entonces niños quisiésemos a todo precio un casco), son imitadas por sus fans. Quizá este sea un buen momento para que alguien les diga que lancen un mensaje por las redes e instar con él a no usar cámaras de fotos o el móvil mientras pedaleamos. O, si ha de hacerse, que se haga con alguna de las cámaras que podemos fijar en el manillar, bajo el sillín o en el casco. Hay muchas en el mercado. Son más seguras e incluso nos pueden ayudar a determinar la identidad de un coche a la fuga o la responsabilidad en caso de accidente. Y, porqué no, para subir vídeos impresionantes a Internet de nuestras rutas preferidas.

Dejemos los selfies y las fotos para cuando estamos parados o reponiendo fuerzas con un buen almuerzo (o cuando el compañero ha pinchado y miramos como cambia de la cámara). Así no saldrán desenfocadas.

Referencia

Patrick Ange 
@PatrickAnge

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