De camino a Santiago. Día 9
"Después de
haber superado el O Cebreiro el día anterior, con todas las cosas que
nos pasaron, hoy nos sentíamos más fuertes. Es algo común que le sucede
al cuerpo, cuándo durante varios días le acostumbras a un ejercicio
constante, casi al límite de tus fuerzas. Día a día nos levantamos más
cansados, pero con los músculos más fuertes. Las cuestas que el primer
día en Navacerrada se nos hacían imposibles, ahora que son una constante
en nuestro camino, se nos hacen totalmente llevaderas.
Con este pensamiento, y con la tripa llena a base de un
buen desayuno de tostadas, huevos y café, nos hemos puesto en marcha con
la meta del día de hoy en la cabeza: 75 largos kilómetros, 1500 metros
de subida acumulada y Palas del Rey como nuestro destino.
Hoy íbamos a evitar todo posible paso por carretera, y con
la amenaza de lluvia, suponía un duro trayecto. Primera parada en Samos,
donde está el Monasterio San Julián de Samos, del siglo VI,
sencillamente impresionante.
Continuamos rodando un tramo por carretera, hasta Sarria,
donde hemos cogido el camino de tierra, y mucho, pero mucho barro.
Bueno, decir barro es ser muy optimista.
A un lado y al otro del camino, encuentras cientos de
granjas a tu paso por los pequeños pueblos gallegos. Llenas de vacas,
pollos, cabras y todo tipo de animales, es correcto decir que no era
solo barro todo esa pasta marrón en medio del camino. Nuestras bicis y
nosotros mismos hemos acabado de arriba a abajo llenos de ese apestoso
"barro". Pero ya sabíamos, son los gajes del oficio del buen
"caminante".
La parte del camino que pasa por Galicia es preciosa, los
paisajes son de película, caminos serpenteantes entre prados verdes,
rodeados a ambos lados de árboles con los troncos llenos de hiedra y
musgo. ¡Qué distinto al paisaje que pasamos en Castilla!
A partir de Sarria, el camino se convierte en un hervidero
de peregrinos, ya que la compostelana te la conceden si haces a pie al
menos los últimos 100km del camino. Justo ahí a partir de Sarria tuve
uno de los peores momentos en cuanto a esfuerzo físico se refiere.
Cruzamos un precioso riachuelo cuando el camino de barro y piedras se
tornó vertical y haciendo el burro y con mi afán de no bajarme de la
bici, intenté subirlo a base de fuerza bruta. La rueda de atrás no traccionaba bien por el barro y las piedras, y la pendiente era tan
inclinada que la rueda de delante se levantaba casi un palmo. Conseguí
subir tres cuartas partes de la cuesta pero tuve que parar, axfisiado y
con las pulsaciones muy por encima de lo recomendado. He aprendido la
lección, es mejor echar pie a tierra y empujar la bici antes de tener un
peregrino muerto a cien kilómetros de Santiago.
Después de superar a cientos de peregrinos en nuestro
camino, llegamos a comer a Portomarin, justo a tiempo antes de que
empezase a diluviar. Había estado lloviendo toda la mañana, pero esta
vez jarreaba. Esperamos hasta que parase un poco, aunque no nos podíamos
permitir retrasamos mucho, ya que teníamos que dormir hoy si o si en
Palas del Rey para poder terminar mañana en Santiago. Cuando bajó un
poco el ritmo de la lluvia, seguimos nuestra ruta subiendo las cuestas
que nos separaban de nuestro destino.
Al llegar, como siempre, celebración con cervezas y copiosa
cena. Justo esta noche hemos coincidido con unas amigas vascas que
conocimos el día de Villafranca del Bierzo en el mismo albergue, con las
que hemos compartido risas y algunas cervezas.
Buenas noches, mañana sera otro día... el último día"
Raúl Alarcón
Publica un comentario